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En poesía, creo que no hay simplemente una convergencia o divergencia con respecto a los significados o la estética, sino si es posible reconocer un contenido cuyo pasado depende de su futuro, cuya poética depende del vacío que crea.
Y. L. 2007
Es terriblemente tarde para estos poemas recién publicados. Sin embargo, de un idioma a otro, el retraso es un hecho, así como la dificultad de su transferencia tangible a través de la traducción. Existe, pues, lo que permanece.
En la penumbra global actual, casi todo se promueve como pequeñas o grandes ocasiones de alegría, reivindicación y elevación, sin importar su tipo o contenido. La locura que incita a acercarse apresuradamente a un objeto debido a sus asociaciones indirectas es mayor y más dócil que la locura que incita a una investigación cautelosa del mismo.
Como comprenderán, no me refiero a si existen opiniones y opciones opuestas o contradictorias en el campo de la poesía (estas son, por definición, útiles y esenciales), sino a cómo durante los últimos veinticinco años la no poesía es tratada, cada vez más, como poesía; a cómo el discurso del arte poética fue sustituido por discursos de expresión.
Primer ejemplo: una compensación interpretativa basada en algo evidente que se presenta como una afirmación innovadora no es un poema. Si lo evidente causa malestar, no significa que un texto centrado en este malestar sea un poema, ni significa que un texto de interpretación o representación del malestar interprete o transmita lo evidente.
Segundo ejemplo: en un porcentaje particularmente elevado de obras de la llamada poesía moderna, el elemento dominante es la distinción de la relevancia de dos o más sujetos, objetos o posiciones; pero, ¿en qué medida se atribuyen afinidades que no se han atribuido anteriormente? ¿Por qué razón un cambio en la envoltura estética de la relevancia se vuelve significativo o digno de comentario? En qué medida, mejor dicho, cuando se le da relevancia a una estética que lo transmite todo excepto el contenido.
Si se presta la atención necesaria, se verá que es extremadamente difícil localizar un texto que no esté escrito según la lógica de la autoproyección en una pantalla. No hay sinceridad de creación, ni siquiera de expresión, sin sinceridad de razonamiento, sinceridad de vida. Una redacción honesta, un verso honesto proveniente de una observación insincera, de una relación insincera con el objeto, es infantil. Una formulación poco sincera, un poema poco sincero, derivado de una observación honesta, de una relación honesta con el objeto, es claramente superior.
Todo se acumula en consecuencias selectivas, se omite el principio, la causa fundamental. Pero esto, por el momento, sigue siendo un tanto inaccesible; primero hay que darse cuenta de que otro sufre más y de manera diferente, arriesga más y de manera diferente, trasciende más y de manera diferente, comprende y crea más y de manera diferente. Como escribí en un ensayo hace veinte años, si hay un problema, no depende de una ideología, sino de una idea, depende del desafío y no de la disposición, nadie es ni será igual ni idéntico a otra persona. Todos somos igualmente desiguales y diferentes unos de otros.
A nivel de crítica, la situación es trágica, todo se explica y justifica siempre que se acepte o se crea de antemano el contenido de un texto; cuando esto no sucede, nada se puede explicar ni justificar. El diálogo sobre cuestiones de poesía y crítica es cada vez más atípico, ya que es algo atípico encontrar a alguien que conozca más los conceptos básicos que los temas en los que insiste.
Este modernismo generalizado de ignorancia y conocimiento a medias se basa en la necesidad de ser el centro de atención, en la necesidad de dejar de razonar, en la necesidad de agudizar la reacción ante la realidad, cuyas condiciones no reconoce, como tampoco reconoce que una de las razones que hacen decadente la vida cotidiana es la ideología con la que se intenta juzgarla sin ni siquiera intentar interpretarla. Esta moda ha conducido no solo a la completa falsificación y distorsión de definiciones y pruebas, sino a algo peor, al acaparamiento de hechos e ideas derivados de ensayos preexistentes que algunos estafadores literarios utilizan como les viene en gana en su intento de dar carácter y significado a sus escritos. Muy a menudo se habla de «lenguaje personal», aunque esto solo documenta otros lenguajes que tampoco son personales y no llevan rastro de idiosincrasia lingüística. Pero los críticos consideran que esto es algo bueno, ya que de esa manera evitan líos más graves.
Existe el fuerte deseo de la deposición de un verso en forma de portada, de eslogan verbal; quien se dedica a esto se llama poeta, aunque el poeta hace algo muy diferente: expone creativamente su espíritu o incluso se expone creativamente a sí mismo a través de su espíritu.
De modo que la poesía, en cierto sentido, es sinónimo de escasez. La escasez no es una plusvalía, un indicador de elevación que la separa de la sociedad, como piensan quienes la confunden con el elitismo.
Ciertamente existen algunas diferencias sutiles entre la poética y la poesía creadas con la lengua griega y la poética y la poesía creadas con la lengua española, pero estas diferencias son profundamente semánticas, etimológicas y no fáciles de identificar y examinar. Entonces, en la medida en que exista algún tipo de relación compartida, tiene que ver con la revelación de que la vida y la muerte ofrecen algo por igual. El resto son expresiones de infantilismo.
Este fenómeno parece ser la norma en la llamada poesía del mundo moderno: es muy común ver a personas llegar a un estado emocional absolutamente extremo al posicionarse respecto a algún tema sobre el que no tienen la más mínima idea y al que no han dedicado ni siquiera unos minutos de su tiempo. Subrayaré que no hay problemas que dejen de ser importantes porque se rechacen sus soluciones.
Quienes son indignos de lo insoportable no son por casualidad incompatibles incluso con lo que apoyan. El famoso «coste de la poesía» puede ser juzgado por aquellos que no esperan que quien se hace cargo de ella tenga ideas afines.
La ideología (me refiero a política, estética e ideología social por igual) de la comunicación afín que hoy plaga casi todas las manifestaciones y todos los ámbitos de la vida es un modernismo goebbeliano. Cuanto más ideológico se vuelve, más se degenera la vida cotidiana.
Estas variaciones, tipos y diferenciaciones, en su totalitarismo, establecen un tipo específico de lenguaje, expresión e información según el cual la compartimentación, expresada como reacción, apunta a una obligación universal de aceptar sus estándares. La poesía no participa de semejante cosa.
La poesía no es sólo escritura -una estructura de palabras- porque antes se escribía poesía y ahora se escribe poesía de acuerdo con la conciencia de un yo. Por el contrario, la poesía es creación durante la efímera singularidad entre el nacimiento y la muerte.